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El lamento de Faramir (NC-17)
Written by G-Skywalker04 January 2015 | 37505 words | Work in Progress
Title: El lamento de Faramir
Author: G-Skywalker
Rating: NC-17
Pairing(s): Faramir
Warnings: incest, rape, non-con, death, underage
AU. Faramir es el menor de los hijos del Senescal de Gondor quien por derechos de nacimiento está destinado a vivir bajo la sombra de su hermano, y sufrir en silencio los maltratos físicos y psicológicos perpetrados por su propio padre en nombre de la lealtad a su sangre y al nombre de su familia. INCESTO: Hermano/hermano, padre/hijo.
A la mañana siguiente luego del retorno de Faramir a Minas Tirith, Denethor se acercó a las Casas de Curación donde se encontraba su hijo recuperándose de las heridas. Se había asegurado de reanudar los deberes de Boromir en la ciudad ahora que ya gozaba de buena salud y de paso conseguir que se alejara unas cuantas horas de su hermano, que parecía ser su única prioridad en aquel momento.
Antes de entrar, Denethor procuró advertirle al sanador que no debía, bajo ninguna circunstancia, irrumpir en la estancia mientras él estuviera dentro. Se apresuró a deslizarse por la puerta y la atrancó con la gruesa varilla de metal que era suficientemente resistente a los golpes de cualquier intruso. Su mirada fría llegó hasta el lecho donde el joven caballero dormía, envuelto en una manta de piel lobuna, con el brazo izquierdo vendado reposando sobre su pecho.
Tomó la silla en la que Boromir hubiera permanecido velando por su hermano durante largas horas y se sentó a su lado de frente a su rostro.
Lo observó por largo rato, pacíficamente dormido, con los bucles dorados esparcidos por la almohada gris, respirando con ritmo silencioso. Denethor entrelazó sus dedos ásperos con los cabellos y se acercó para aspirar su olor. En cuanto percibió su aroma fresco y dulce, llegaron a su memoria recuerdos inevitables que lo asaltaban sin descanso cada vez que miraba el rostro de su hijo.
Finduilas había muerto tres años después del nacimiento de Faramir, arrastrada por el debilitamiento que comenzó a arrebatarle la vida desde el momento de dar a luz a su último hijo. Mientras Faramir crecía con una belleza extraordinaria y lleno de vigor, Finduilas permaneció postrada en los fríos lechos grises de Minas Tirith en sus últimos años de vida, hasta que una fiebre de verano la arrancó de los brazos de Denethor para siempre.
A pesar de haber sido la causa de muerte de su propia madre, Faramir se desarrollaba, a los ojos de su padre, como un chiquillo débil carente de las cualidades propias de un guerrero de Gondor y de su Casa; interesado más por la poesía y la música que por la espada y las batallas. Aquello comenzó a cosechar el inevitable desprecio del Senescal que se alimentaba más con el pasar de los años, considerando a Faramir poco merecedor de semejante sacrificio consumado por su amada esposa.
Cuando Faramir no era más que un niño, su belleza se manifestaba de tal manera que se comparaba constantemente a la gracia de una doncella, y los bardos de la corte ya cantaban canciones en su honor incluso antes de que Faramir alcanzara la edad viril. Denethor tampoco fue capaz de pasar inadvertidas todas esas cualidades físicas que sobresalían con los años, y que comenzaban a mostrarle los maravillosos esbozos que estaban convirtiendo a su hijo en un hombre. El Señor de Minas Tirith era seducido por esa belleza tan única que la sangre marcaba como prohibida, pero que se manifestaba poderosa incluso en simplezas tales como la manera grácil de andar, de dirigirse a su persona con tanto respeto y devoción a pesar de que el favoritismo de Denethor por Boromir ya era más que evidente; pero sobre todo en aquellas lagunas azules que eran la manifestación de la más pura inocencia. Denethor sentía como su hijo lo llamaba por medio de esa seductora ingenuidad, demandando atención tan desesperadamente, y mostrándose dispuesto a hacer cualquier cosa por complacer los deseos de su padre.
Pero aquella gracia no representaba más que una maldición para Denethor, que había sido arrastrado a violar las leyes de los dioses y los hombres por la abominación de desear a su propia sangre ante la incesante corrupción que Faramir había hecho crecer en él durante años. Denethor se creía una víctima de aquella depravación disfrazada de inocencia. Faramir era una maldición que lo perseguiría hasta el final de sus días.
Pero a lo mejor, se decía, por su belleza y su sensibilidad tan impropia de un guerrero, el destino que Valar había impuesto sobre Faramir era, después de todo, el de tomar el lugar de Finduilas. Faramir no había nacido para ser un caballero, mucho menos un líder… no, había nacido para ser objeto de placer, para ser la figura de inspiración a canciones y poemas… para ser la gracia que yaciera solo bajo la propiedad de su Señor.
Denethor apartó la sábana lobuna que protegía el cuerpo de su hijo de las bajas temperaturas que azotaban el castillo, aún en medio del verano que poco hacía por irradiar luz y calor sobre los salones sombríos. Los curadores le vistieron con una sencilla túnica verde olivo y unos pantalones de algodón de un color más oscuro. No había despertado desde que bebió el té para el sueño, y seguramente no lo haría hasta mañana, o hasta cuando sus fuerzas se recuperaran casi por completo.
Boromir había permanecido encerrado con él desde que arribara a las Casas, pero Denethor, que conocía tan bien a su sangre, sabía que su primogénito también había advertido la belleza excepcional de su hermano, alimentando un poderoso interés más allá de los lazos familiares. Denethor lo consideraba natural; y si así lo deseaba Boromir, quien algún día sería dueño y señor de todo lo que en Gondor hubiera, también tendría derecho sobre Faramir para usarlo como fuera su deseo.
Su mano tocó el pecho sobre la camisa y una corriente de calidez corporal invadió su palma de inmediato. Se inclinó hacia los labios de Faramir y los besó, metiendo su lengua dentro de la boca tibia y húmeda. Cuando lo tomaba, no acostumbraba a besarlo, no desde hacía muchos años, cuando Faramir era un niño. No había probado sus labios en un buen tiempo y aquello fue suficiente para encender su excitación. Sintiendo la necesidad de mayor contacto, llevó su mano hacia abdomen de su hijo y tocó la delgada línea de pequeños vellos rubios que crecían alrededor de su ombligo y recorrían el vientre hasta rodear su virilidad. Denethor hizo todo el camino con la yema de su índice, hasta que tocó la suavidad de la carne del miembro que reposaba entre sus piernas. Denethor jamás lo había visto excitado, no importara cuantas amenazas llovieran sobre el joven Lord y este tratara de enmendar su falta. Le desató el nudo del pantalón para despojárselos, hundido en la lujuria por poseerlo cuando se encontraba sumido en semejante indefensa. Denethor se inclinó sobre la hombría de su hijo, la tomó flácida entre sus dedos y se llenó la boca con ella. Jamás había hecho algo así, porque el servir era deber de Faramir, pero en la intimidad de la habitación y la seguridad de la inconsciencia, el Senescal se permitió saborear el placer de su hijo.
Súbitamente, Denethor comenzó a sentir que la suave y delgada piel del miembro se estiraba, creciendo dentro de su boca. Jadeó de placer al notar que pequeños espasmos se dejaban notar en el rostro de Faramir, como si de alguna forma estuviera sintiendo el contacto aún en las profundidades de la inconsciencia y su cuerpo reaccionaba de la mejor manera capaz de ser concebida. El pene llegó a su punto y Denethor se ahogó con el placer de sentirlo duro dentro de su boca, demandando atención. Lo chupó con entusiasmo, disfrutando de su sabor, de su grosor y de las pequeñas venas que recorrían su largo palpitando de excitación.
Entonces liberó su boca de la hombría húmeda de saliva y gotas pre eyaculatorias para arrastrar el cuerpo de Faramir hasta el borde de la cama, donde elevó sus caderas a una posición cómoda, permitiendo que las largas piernas reposaran sobre sus hombros. Tocó la entrada que tantas veces lo había recibido, siempre cálida y estrecha. Sintiéndose en su límite, empujó su pene sin reparos, y aunque Faramir no despertó, sus recuerdos se encargaron de llevarle los sollozos y protestas que tanto disfrutaba escuchar.
Lo tomó con tanta bestialidad que hilillos casi ininterrumpidos de sudor se resbalaban por la frente del Senescal e iban a caer al vientre plano de Faramir. El pene duro golpeaba el abdomen de su dueño en un sonido enloquecedor mientras Denethor lo montaba, hasta que acompañado de una pequeña mueca casi imperceptible, Faramir se corrió sin hacer el menor sonido; y su semilla llenó su pecho como deslizantes lágrimas plateadas. La de Denethor llenó su interior en el orgasmo más intenso que hubiera tenido en años.
Salió de su cuerpo y volvió a vestirlo con los pantalones y a ajustarle la camisa, sin preocuparse por limpiarlo.
Sin embargo, como sucedía en cada ocasión, fue de inmediato abrumado por un sentimiento de ira y repugnancia que apaciguó las huellas del orgasmo, ante el recuerdo que ese que estaba tendido en el lecho no era otro sino su propio hijo, su misma sangre, y él había vuelto a cometer actos abominables que Faramir alimentaba como una maldición.
Denethor abandonó la sala a pasos largos, deseando tan desesperadamente que Faramir no hubiera regresado nunca del viaje que debió ser su final.
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Ahhh, en vez de estudiar me puse a leer fics, que novedad. Suerte que me topé con uno magníficamente escrito, como éste.
Pobre, pobre Faramir. Espero que, si continuas, encuentre consuelo. En brazos de su hermano. :P
Bueeeeeno, estaré esperando. Me ha interesado :)
— N Tuesday 26 November 2013, 17:54 #