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El lamento de Faramir (NC-17)
Written by G-Skywalker04 January 2015 | 37505 words | Work in Progress
Title: El lamento de Faramir
Author: G-Skywalker
Rating: NC-17
Pairing(s): Faramir
Warnings: incest, rape, non-con, death, underage
AU. Faramir es el menor de los hijos del Senescal de Gondor quien por derechos de nacimiento está destinado a vivir bajo la sombra de su hermano, y sufrir en silencio los maltratos físicos y psicológicos perpetrados por su propio padre en nombre de la lealtad a su sangre y al nombre de su familia. INCESTO: Hermano/hermano, padre/hijo.
Gandalf disfrutó de la fresca brisa que azotó su túnica gris junto al hermoso campo verde que pisaban. Habían arribado a Ithilien en las primeras horas de la mañana y a pesar del reconfortante paisaje que les rodeaba, la compañía continuaba avanzando lentamente, con las huellas de la batalla pensándoles en los hombros. El próximo destino era Osgiliath, desde donde la ciudad de los reyes no estaba más que a medio día de marcha. El mago observó a Faramir cabalgando a su lado derecho; el capitán continuaba siendo víctima de violentas fiebres y se pasaba el día tratando de mantenerse despierto. Sus ojos permanecían enfocados en el vacío, y de vez en cuanto perdía el equilibrio de la montura, a pesar de que Eldûath procuraba ser cuidadoso con la marcha.
“Faramir…” dijo Gandalf al notar que de nuevo estaba comenzando a quedarse dormido “Faramir…” El capitán luchó por abrir de nuevo los ojos, enrojecidos por la falta de sueño y el cansancio; entonces lo observó con su mirada azul inexpresiva, llena de fatiga, luchando por cubrirse.
“¿Cuánto más?” fue su respuesta.
“Pocas horas…” contestó Gandalf “Pero creo que deberíamos desmontar unos momentos…”
“No.” interrumpió de inmediato. “No más descansos…”
“Entonces permite que Sombra Gris te lleve…” volvió a suplicar, como lo había estado haciendo desde que se integrara a la compañía “continuarás resbalando del caballo una y otra vez haciéndote más daño si no me dejas ayudarte”
“No…” repitió el capitán con la obstinación en sus ojos “Tiene que verme volver por mi cuenta.”
Gandalf supo a quién se refería, y lo maldijo para sus adentros. Volvió a posar sus ojos en el hermoso caballero que marchaba a su lado y fue embargado por la compasión ante la inevitable perspectiva del final de aquel viaje, cuando el capitán se encontrara de pie en aquellos fríos salones de piedra blanca y negra, frente a la razón de todas sus penurias. Faramir vivía con el anhelo desesperado de buscar reconocimiento donde jamás lo encontraría, porque los desdeñosos ojos de su padre le dedicaran por fin una mirada llena de orgullo y afecto… no obstante Gandalf estaba seguro, como muchas otras veces había atestiguado, que las palabras del Senescal de Gondor no serían más que muestras de un arraigado desprecio que el mago no terminaba de comprender.
“Solo vas a lastimarte…” soltó sintiéndose impotente y sin atreverse a decir más al respecto, pero no fue necesario, puesto que Faramir comprendió el mensaje.
“Me he enfrentado a eso toda mi vida.” contestó en un murmullo monótono, alejándose del mago unos pasos para ponerle fin a la conversación; y no volvieron a intercambiar palabra desde entonces.
Al treceavo día desde que salieran de Minas Tirith, la compañía arribó a la ciudad abandonada de Osgiliath, cuando el sol estaba en su cúspide. Los caballeros apostados en la antigua fortaleza de los reyes se apresuraron a prestar asistencia, tanto para los soldados como para sus monturas que habían soportado una larga y tortuosa travesía.
“Podemos descansar aquí por el resto del día.” sugirió el mago. “Minas Tirith está a solo media jornada de marcha… te convendría reponer un poco las fuerzas ahora que tienes oportunidad… especialmente revisar tus propias heridas, que te has empeñado en desatender.”
Y como si las palabras del mago no hubieran sido pronunciadas, Faramir anunció “Voy a continuar, ustedes pueden esperar hasta mañana. Yo debo llegar a la ciudad.”
“Sí, igual que todos tus hombres. Lo único que pido es que te permitas un respiro, Minas Tirith no se va a ninguna parte… ya vendrán otras cosas de las que deberás ocuparte, por el momento tan solo una siesta en un lecho cómodo aliviaría muchas de tus dolencias.”
A pesar de sus esfuerzos, Gandalf se dio cuenta que era inútil. Faramir subió de nuevo a su montura y acarició el cuello lastimado de Eldûath “Un último esfuerzo, amigo mío” exclamó con ternura “pronto nos echaremos a descansar.”
El mago gris supo que el orgullo y la necesidad estaban nublando el sentido común de Faramir, y que no habría nada que él pudiera decir para hacerlo cambiar de opinión. El capitán quería llegar a Minas Tirith cuanto antes, o mejor dicho, quería llegar a la vista del Señor de Gondor, quizás para demostrarle que no había muerto, que había salido victorioso de una batalla imposible… entonces tal vez, solo tal vez, el reconocimiento que tanto buscaba fuera al fin vislumbrado en los ojos sombríos de su padre.
Los miembros de la compañía decidieron seguir a su capitán hasta Minas Tirith, y volvieron a subir a sus monturas, e incluso Gandalf, quien no tuvo más opción que hacer lo mismo. Cincuenta caballeros de Osgiliath se unieron a la marcha, escoltando al joven Lord de Gondor hasta su castillo.
Galoparon por el campo del Pelennor y se demoraron todo el resto del día, hasta que las colosales puertas de la ciudad de los reyes se abrieron para darles acogida.
Las gentes de Minas Tirith se lanzaron a las calles para recibir a los heroicos caballeros mientras avanzaban por la larga y estrecha calzada hasta la ciudadela, entre una lluvia de rosas blancas, vítores, miradas de admiración y respeto. A pesar de todo aquello, a Faramir solo le importaba un veredicto, ese que encontraría en los salones de los reyes.
*
Los miembros de la corte acompañaban al Senescal de Gondor, quien permanecía sentado en su asiento al lado del inmaculado trono del rey. Las enormes puertas se abrieron, y todos observaron bajo un silencio sepulcral a la frágil figura acompañada por el mago gris Mithrandir, que caminaba a paso desafiante. Por esos segundos de marcha, no se escucharon más sonidos que las pisadas y la cabeza putrefacta del orco siendo arrastrada por los pulcros pisos de mármol, amarrado a una soga que Faramir sostenía entre sus dedos.
La mirada nublada del capitán estaba fija en el hombre sentado al frente del salón, pero no fue capaz de distinguir su rostro, hasta que estuvo a pocos metros delante de él. Arrojó hacia adelante la cabeza que rodó hasta la mitad del camino y Denethor observó a su hijo como si estuviera a punto de escuchar a un infame enemigo rogar por clemencia. Entonces Faramir vio aquella expresión desalmada esculpida en su semblante.
“¿Es así como el Capitán de Ithilien demuestra su valía?” soltó, y su voz retumbó por todo el salón como un furioso trueno “Ochenta y siete hombres murieron bajo tus manos incompetentes.”
Faramir tragó saliva y exclamó “La situación no se dio como esperábamos, mi Señor, Minas Morgul|
“Un buen soldado con suficiente sentido común sabe anteponerse a las posibilidades. Se te fueron atendidos todos los menesteres para tu misión, y aún así fracasaste.”
Nadie en el salón hablaba. Como siempre, la corte de Minas Tirith escuchaba las palabras del Senescal con los ojos clavados en cualquier otro lugar que no fuera la vista de aquel hombre sombrío.
“¿Cómo es que has sobrevivido, Faramir?” continuó entonces “¿Es que has sido capaz de cometer el deshonor de utilizar a tus propios hombres como vía de escape?”
Faramir tomó aquella oportunidad para relatar lo que había sucedido desde que los exploradores no volvieran con ningún informe, hasta que se libró la sangrienta guerra con el ejército de aquel Uruk hai del que no quedaban sino unos cuantos restos. Lo hacía de manera lenta, tomándose muchas pausas. La fatiga le impedía poner sus ideas y sus palabras en orden, pero trató de relatarlo lo mejor que pudo; mientras, Denethor se aseguraba de que sus ojos expresaran todo aquel odio que el mero hecho de que Faramir hubiese sobrevivido desencadenaba.
“Excusas.” contestó con desdén cuando el capitán hubo terminado se relato “Lo que importa en una batalla no es la cantidad de soldados que tengas a tu disposición, lo que importa son tus estrategias, y sabes muy bien que Boromir lo ha demostrado muchas veces. Esos hombres murieron porque fallaste como líder. Cien, doscientos, quinientos orcos, ¿qué más da? No son más que ratas de las montañas, y no deberían representar problemas para un capitán de Gondor.”
“E-estos no son orcos comunes” dijo desesperado, fijando su vista en la cabeza monstruosa “no se trata de la escoria de las montañas, estos son|
“No quiero seguir escuchando tus pretextos” interrumpió “tres de tus cuatro comandantes están muertos, y el último no podrá volver al servicio, en la remota posibilidad de que sobreviva.” el Senescal se levantó del asiento y Faramir escuchó aquel familiar sonido de las sedas en movimiento “Tuve que haber atendido a mi sentido común que me dictaba esperar a que tu hermano se recuperara para enviarlo en tu lugar. Sin dudas las cosas no hubieran concluido de esta manera tan desastrosa.”
“Mi Señor…”
“Vete de aquí.” dijo haciéndose sonar por encima de la voz de su hijo “Nos reuniremos luego de que te hayas recuperado. Y que alguien quite esa inmundicia de mis salones.” finalizó refiriéndose a la cabeza desfigurada que manchaba los suelos níveos de piedra.
Fue así como Faramir observó la oscura figura de su padre desaparecer por la puerta lateral del Salón hacia el interior del castillo, a paso firme y sin mirar atrás.
Gandalf luchó contra sigo mismo para no hacerse escuchar ante la injusta audiencia con la que Denethor había recibido a su hijo, quien sin lugar a dudas merecía de todos los honores de un héroe; pero sabía que si intervenía, no lograría nada más que ser expulsado de la ciudad, y no quería darle al Senescal más razones para hacerlo, ahora que había traído a su hijo de vuelta. Llevó su atención hasta el hermoso caballero, quien permanecía de pie, en el mismo sitio, sin moverse. El mago lo tomó del brazo y lo sacó del salón directo hacia las Casas de Curación. En el trayecto, el joven Lord mantuvo su cabeza baja, simplemente asegurándose de poner un pie delante del otro y no convertirse en demasiada carga para el mago.
Gandalf no supo qué decir, aunque de hecho, sabía que no importara lo que expresara, Faramir no era capaz de escucharlo en aquel momento. Sus ojos no lloraban, aunque el mago deseó que así fuera, puesto que lo que en ellos había era el reflejo dominante de aquella oscuridad, que resultaba ser mucho peor que las lágrimas.
Se lo entregó al jefe de las Casas y estos se encargaron de desnudarlo con cuidado y sumergirlo en aguas aromáticas, para hacer desaparecer las huellas de la batalla que le habían acompañado en la ardua travesía.
Faramir parecía dormir con los ojos abiertos, y en todo aquel momento no pronunció palabra, ni pareció siquiera reparar en lo que sucedía a su alrededor.
Luego de limpiarlo y curar sus heridas, los curadores le hicieron beber un té para el sueño, que aseguraba un descanso libre de pesadillas.
*
Denethor no tuvo más remedio que desencadenar a su primogénito, puesto que ya se había enterado del regreso de su hermano. Boromir llegó hasta la habitación donde Faramir dormía, y se inclinó sobre la cama, con los ojos a punto de desbordarse en lágrimas. Lo contempló durante un largo momento, permitiéndose ser embargado por la felicidad y el alivio auténtico de ver a su hermano de regreso con vida. Le depositó un casto beso en los labios, que le supo a sus propias lágrimas y al sabor dulzón de la bebida para el sueño. “Si tan solo pudieras escucharme…” dijo al fin, cubriendo las magulladas manos de su hermano menor entre las suyas “Si tan solo pudieras escuchar las palabras que tanto he deseado decirte…” le acarició el rostro con las yemas de sus dedos rodeando las pequeñas cicatrices que arañaban la superficie. “Tuve tanto miedo…” continuó, en murmullos permitiéndose llorar, puesto que sabía que las paredes y la intimidad de la habitación lo resguardaban “Si no hubieras regresado, entonces me habrías obligado a seguirte… a donde sea que fuera tu destino.” Boromir observó el rostro tranquilo de Faramir, que parecía disfrutar de aquel descanso bien merecido “Pero ahora que todo ha terminado, la hazaña que has perpetrado en mi nombre la llevaré siempre en mis recuerdos y en mi corazón con orgullo… has sido muy valiente, hermano, has sido un gran guerrero, y eso es algo que Gondor jamás olvidará.”
Entonces volvió a inclinarse un poco más, sintiendo aquella fragancia fresca que su cabello y su piel despedían “Hay tantas cosas…” susurró, con los ojos cerrados, y mientras hablaba su boca tocaba la de su hermano con sutileza, con la rítmica respiración acariciándole los labios “…pero continúo siendo presa de mis temores, que me obligan a mantenerme fuera de todo esto que con el paso del tiempo resulta ser una carga cada vez más y más pesada.”
Faramir siempre había sido un niño fuerte y de gran coraje, pero con un corazón cálido y afectivo que cautivaba a cualquiera que lograra acercarse a él; y por supuesto, Boromir no había sido en absoluto inmune a su belleza. Sabía que desear a su propia sangre era razón de castigo a los ojos de los dioses y de los hombres; no obstante, muchas veces se había aprovechado de la inocencia de su hermano para vislumbrar aunque fuere un poco todo aquello que jamás podría poseer.
Recordó una de esas tantas oportunidades que habían quedado grabadas en su memoria, cuando en una tarde, el pequeño Faramir había interrumpido uno de sus descansos en los jardines de curación de la ciudad; el único lugar de Minas Tirith que gozaba de la frescura de los árboles y la belleza de las flores.
Boromir escuchó pisadas a su espalda y volteó la cabeza para encontrarse con su hermano, que se dirigía a su encuentro.
“Pensé que estabas con Mithrandir.” saludó con una sonrisa en el rostro.
“Estuve. Esta tarde hemos continuado con las lecciones de Sindarin… solo desearía poder practicarlas con un Elfo de verdad…” dijo sentándose al lado de su hermano.
“Puedes practicarlo conmigo” Boromir disfrutó de la pequeña carcajada que iluminó el rostro de Faramir ante aquellas palabras “Pero tú no lo entiendes, hermano” contestó divertido “Mithrandir dice que no hay oportunidades para ti.”
“Bueno, admito que jamás seré capaz de aprender del vejete aburrido, pero tal vez mi hermano podría concederme el honor de darme un par de lecciones, a lo mejor tenga más suerte.”
“¡¿En serio?!” preguntó el chico con los ojos azules brillando ante la perspectiva.
“Dime algo, y yo trataré de imitar tu pronunciación.”
“De acuerdo, pero luego no te burles de mí.” contestó con un tono de rubor tiñendo sus blancas mejillas – Len suilon. – dijo entonces, haciendo una leve reverencia, a lo que Boromir atribuyó como un saludo.
- Len suilon – repitió, sabiendo que el idioma no resultaba tan hermoso al oído saliendo de su boca.
- Man i eneth lîn?
- Man i eneth lîn? – “… ¿Qué significa?” quiso saber.
“¿Cuál es tu nombre?” respondió.
“¿Y cómo puedo contestarte?”
- Im Boromir eston
- Im Boromir eston
- Sevin hent luin a finnel valen
- Sevin hent luin a finnel valen – repitió sintiéndose tonto ante lo difícil que le resultaba pronunciarlo igual que su hermano, que lograba captar y resaltar la belleza del lenguaje “…¿qué estoy diciendo?”
“Tengo ojos azules y cabello rubio”, contestó Faramir “Uhmm, a ver… – i luin adh i ‘wath adh i chemmaid dholl-
“¡¿Estás loco?!” exclamó soltando una carcajada, “¡Solo estás tratando de avergonzarme!” se lanzó contra el chico y le revolvió los rizos dorados “¡No me lo pongas tan difícil!”
“Está bien,” contestó entre risas. Luego tomó una pausa y fijó sus claros ojos azules sobre su hermano mayor, con una mirada extraña, desafiante, hasta juguetona – Le melin.– soltó. Boromir le sostuvo la mirada y repitió – Le melin– esperando a que su hermano le dijera lo que significaba, pero el chico solo respondió con un pequeño rubor en las mejillas, y esbozando una sonrisita idiota.
“¿Qué significa?” preguntó, lleno de curiosidad.
“No te lo diré.”
“No te atreverás a dejarme con la duda” dijo intentando sonar amenazante sin mucho éxito.
“Si aprendes lo suficiente, entonces lo sabrás.”
“¿Estás seguro que quieres hacer esto, niño?” respondió Boromir moviendo sus dedos frente a su hermano, como señal de que recibiría un ataque de cosquillas si no hacía lo que se le demandaba. Faramir comenzó a reír, incluso aunque su hermano no le hubiera puesto una mano encima, entonces Boromir le obligó a tumbarse en la hierba y se subió sobre el abdomen del chico, prensándole con las piernas y tomándolo de las muñecas para subir sus brazos y dejar las axilas descubiertas.
“Ultima oportunidad.” amenazó, moviendo los dedos en el aire. Faramir ya estaba sumido en un ataque de risa y no lograba más que articular palabras a medias entre respiros. Boromir comenzó a tocarlo con movimientos rápidos en los costados del torso y especialmente en las axilas, mientras Faramir luchaba por librarse entre carcajadas frenéticas, rogando que se detuviera.
“¡Dime lo que significa!” demandaba sin bajar el ritmo.
“¡No!” respondía el chico “¡no te lo diré!”
“¡Dímelo!”
No le tomó mucho tiempo antes de que Faramir comenzara a quedarse sin aire y las cosquillas resultaran ser una pequeña y dolorosa tortura “¡Está bien! ¡Está bien!” dijo al fin “¡Pero detente ya!”
Boromir se detuvo, pero no soltó al chico de las muñecas y se mantuvo en la misma posición, a la espera de una respuesta. Entre respiros, Faramir confesó “Significa eso que le estuviste repitiendo a la doncella de la taberna ayer por la noche.” Boromir soltó a su hermano y se sentó a un lado, con una sonrisa nerviosa en el rostro “No lo recuerdo, fueron muchas cosas las que dije.” contestó, recordando perfectamente a qué se refería, pero tenía excusas, había bebido lo suficiente como para confesarle su amor a cualquier mujer que se cruzara por sus ojos, doncella o prostituta.
“Haz memoria” le retó Faramir.
“No lo recuerdo. Pero ahora que lo mencionas, no sé que estabas haciendo tú en la taberna a tan altas horas de la noche.” dijo intentando desviar la plática “No eres más que un pequeñín que debe irse a la cama después de la cena.”
Faramir se ruborizó ante el tono burlesco de su hermano, cayendo en el juego “No soy un pequeñín” contestó “tengo trece años.”
“Eres un pequeñín.” sentenció Boromir soltando una carcajada. Entonces, la idea se le cruzó por la cabeza “Ni siquiera has besado a nadie. Eso te hace dos veces pequeñín.”
Faramir parecía un tomate a punto de explotar. Abrió la boca un par de veces, pero sabía que no tenía con qué defenderse. Había visto a Boromir en incontables oportunidades con una mujer sobre las piernas, en medio de besos, caricias y bromas picantes, la mayoría de las veces después de haber tomado las suficientes cervezas como para llevarse al lecho a la prostituta más fea de Minas Tirith. Por su lado, Faramir había tenido tan solo una experiencia, que sin lugar a dudas le quitaría de inmediato el apelativo con el que su hermano lo estaba señalando, pero que jamás se atrevería a mencionar, por lo que trató de eliminar esos horrendos recuerdos que amenazaban con resurgir dentro de su cabeza. La verdad era que no había probado otros labios que no fueran aquellos crueles y violentos de su padre, por lo que no sabía cómo se sentía ser besado de la forma que en lo hacía Boromir, con aquella ternura y suavidad, o con ese ímpetu que dejaba a las muchachas sonrojadas y sin aliento.
“Sabes,” exclamó Boromir sacando a Faramir de sus pensamientos “puedo conseguirte tu primera experiencia esta noche” propuso con un brillo juguetón en los ojos “cualquier doncella estaría encantada de concederte la iniciación.” dijo en un tono de voz que hizo que Faramir se encogiera de vergüenza.
“N-no sabría qué hacer…” confesó con sinceridad. Cuando su padre lo obligaba a besarlo, Faramir simplemente abría la boca para permitir el asalto; pero le parecía que con Boromir, las doncellas respondían al contacto y lo disfrutaban tanto como él.
“No es nada del otro mundo” aseguró su hermano “solo debes mover los labios.”
“Ella va a burlarse de mí” dijo con timidez “luego le contará a todos lo mal que la ha pasado.”
“Lo hace y pierde la cabeza. Literalmente.” contestó Boromir “Eso jamás sucederá. Pero no te preocupes, cualquiera desearía ser el primero en recibir semejante honor de tu parte.”
No el primero. Pensó Faramir con malestar.
“¿Qué te parece?” preguntó Boromir.
“No lo sé…” respondió inseguro “Solo me comparará contigo, y tú pareces bastante bueno en eso.” como siempre sucedía. Faramir era constantemente comparado con su hermano, y no es que le resultara una molestia, de hecho, estaba muy orgulloso de Boromir, pero eso solo hacía más difíciles las cosas, incluso las situaciones tan triviales con esta.
“Te enseñaré.” anunció Boromir entonces, luego de un pequeño silencio de reflexión. En su inocencia, Faramir no fue capaz de darse cuenta que todo ese juego había sido ideado para llegar a este punto. “Claro, si estás de acuerdo.”
Los ojos de Faramir se abrieron como platos y volvió a presentarse ese encantador rubor en sus mejillas que a Boromir tanto le gustaba “¿Tú y… yo?”
“¿Por qué no? Somos hermanos, naturalmente no significará nada más que un simple ejercicio.” dijo con su típica seguridad.
Faramir miró a los ojos a su hermano con temor a encontrarse con la mirada de su padre, pero no encontró más que aquello que admiraba más que cualquier otra cosa. Boromir no estaba obligándole… el chico no fue capaz de responder, simplemente cambió de postura para quedar frente a frente y posó su mirada en el suelo, presa del nerviosismo.
Boromir comprendió que aquello significaba un “sí” como respuesta y se acercó más a su hermano menor. Lo observó ahí sentado de rodillas, sus dedos jugueteando con una brizna que había cortado de la hierba, y su hermoso rostro tan expresivo en medio de un sentimiento de expectación y timidez. Le tocó la quijada levantándole la cabeza para observarlo, pero Faramir se reusaba a devolverle la mirada “mírame a los ojos” susurró con gentileza “solo a las doncellas se les permite desviar la vista ante la perspectiva de un beso… un caballero siempre tiene que sostenerle la mirada” Faramir entonces se obligó a mirarlo y se encontró con aquellos afilados ojos con una expresión cálida, efusiva, llena de romanticismo; sin poder evitarlo, bajó hasta su boca, y vio sus labios levemente separados. Tragó saliva.
Boromir disfrutó de todos los cambios en el rostro de su hermano, de cómo lo observaba con ojos devotos que siempre habían estado sobre él, pero que ahora se expresaban de una forma muy distinta… Boromir le rodeó la cintura “Una doncella siempre buscará sentirse protegida en los brazos de su amante…” dijo susurrando “tienes que sostenerla firmemente.” Faramir posó sus manos inconscientemente sobre el regazo de su hermano, totalmente cautivado. Entonces vio como comenzó a acercarse a él, mientras decía “entonces, te inclinas hacia ella, lentamente, y desvías tus ojos hacia sus labios…” toda explicación iba con su apropiada demostración, y cuando Boromir estuvo a unos palmos de tocarlo, Faramir exclamó en pequeños murmullos “No creo que debamos hacer esto, hermano…” dijo, aunque sin mucha seguridad. “Terminaremos rápido” contestó Boromir “solo nos falta un último paso.”
Faramir no se quejó más, permitiendo que Boromir continuara. Lo primero que sintió fue la respiración de su hermano sobre sus labios, y entonces el contacto de la carne contra la carne, cálida, como un cosquilleo, que comenzó en su boca y se extendió por su cabeza y el resto de su cuerpo. Pero Boromir no hizo nada más, simplemente depositó aquel casto beso en los labios de su hermano y se separó. Faramir sintió como la cabeza le daba vueltas, ante ese aparentemente simple, pero poderoso gesto, que fue el primero de muchos que compartirían desde ese día en adelante.
“Lo que harás con las doncellas será más que esto” dijo Boromir tratando de evitar que el rubor subiera hasta sus mejillas, sintiéndose tonto por aquella reacción que amenazaba con delatarlo “pero creo que entiendes la idea.”
Faramir se mordisqueó el labio inferior con timidez, pero reunió las fuerzas suficientes para enfrentar a su hermano, “eso fue… fue… ha sido…” murmuró, sin atreverse a decirlo.
“¿Bueno?” sugirió con una sonrisa, el chico asintió, y Boromir le revolvió los rizos dorados “entonces es un pacto.” dijo “No hay nada de malo en esto, puesto que no significa nada más que el amor que te tengo y te tendré siempre como mi único hermano, mi familia.” se excusó, esperando que aquello tranquilizara a Faramir y se mostrara de acuerdo con la idea.
Desde entonces, los hermanos compartían esos pequeños besos que en ocasiones amenazaban con salirse de control, pero que habían logrado mantener con la significación inicial. Boromir sabía que su hermano lo amaba de la misma manera que él lo hacía, pero los dos estaban conscientes que entre ellos no podía haber nada más que el lazo familiar de sangre que los unía; por el bien de ambos y de sus obligaciones con el reino, ninguno se había atrevido a cruzar esa delgada línea que se levantaba entre ellos, amenazante con romperse.
Boromir pasó la noche junto a la cama de su hermano, vigilando su sueño, y fue la primera vez desde que fuera golpeado por aquella flecha envenenada, que pudo dormir tranquilo.
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Ahhh, en vez de estudiar me puse a leer fics, que novedad. Suerte que me topé con uno magníficamente escrito, como éste.
Pobre, pobre Faramir. Espero que, si continuas, encuentre consuelo. En brazos de su hermano. :P
Bueeeeeno, estaré esperando. Me ha interesado :)
— N Tuesday 26 November 2013, 17:54 #